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viernes, marzo 07, 2008

Libertad


¿Quién puede negar que los españoles somos hoy más “libres” que hace años? Es tangible y en nuestra memoria histórica han quedado barbaridades como la Inquisición y la censura del franquismo. Una muy vergonzosa memoria por cierto, pero nada que nos sorprenda de nuestra especie, ¿verdad?. Como digo, lejos quedaron aquellos tiempos y hoy podemos afirmar que contamos con libertad de expresión y se respetan mucho más nuestros derechos.

A pesar de lo relativo de semejante afirmación, que espero no escape a ningún lector; no ahorraré manifestar mi enorme gratitud y satisfacción por poder contar con esta coyuntura social tan favorable. Imagino que no resulta difícil comprender por qué… basta con abrir uno libro de historia (de esos del colegio que tenemos todos en casa cogiendo polvo en alguna oscura librería o caja) y tras una leve ojeada se nos hará evidente el fehaciente hecho de que nos hemos librado por los pelos de, perdonadme la expresión, “pasarlas muy putas”.

Por supuesto, me refiero únicamente a España, que abrazó la democracia hace demasiado poco…

A pesar de los pesares, considero un gran bien que cada vez nos vayamos viendo menos limitados por terceros que pretendan imponérsenos por la fuerza.

Que no lleven a error a nadie mis palabras, soy tan consciente de la verdad que se esconde tras las hipocresías y derechos no cumplidos, que a menudo siento unas horribles ganas de utilizar ese método tan criticable pero efectivo que es la violencia, contra quienes me mienten, esclavizan, toman por idiota, me manejan a su antojo y para su beneficio… etc, etc. Muchas más veces de lo aconsejable, de hecho, para mi estabilidad emocional.

Sin embargo, en superficie, el hábitat natural de la masa, es absolutamente cierto todo lo que he afirmado. Y es más de lo que tenía la masa hace unos años.

Hasta aquí la introducción, amigos míos. Ahora vamos a profundizar un poco y pasar de la superficie brillante y lustrosa a las cloacas más oscuras y nauseabundas.

Cuando uno profundiza, lee y piensa, aprende, reflexiona y genera ideas. Y muy a menudo abre los ojos y descubre que si huele mal a su alrededor es porque, sin saber muy bien cómo, ha bajado a ese lugar que normalmente se prefiere obviar, por lo desagradable. Y muy a menudo descubre también que a pesar de la insanidad que lo rodea, prefiere quedarse allí abajo y explorar ese mundo desconocido, olvidado y generado por los felices habitantes de la superficie.

Y como digo, entre otras herramientas para abrirse paso por ese nuevo mundo tan desapacible en el que uno se adentra, la lectura cobra una importancia crucial. Para no desentonar con la tónica general (por una vez), al igual que en la mayoría de libros que han caído en mis manos, quisiera hacer un pequeño homenaje al resto de mentes pensantes cuyas ideas y escritos trascendieron hasta llegar a nuestros días. Autores a quienes debo tanto, a pesar de que me sea imposible abarcar tanto como quisiera mi afán de crecimiento y mejora. Y ¿qué mejor modo que el que suele emplearse para poner en antecedentes a los lectores en los libros, es decir, las citas?. Yo, más chula que nadie, aportaré dos.

Una es de un escritor fallecido hace muchos años al que suelo manifestar mi aprecio con vehemencia: George Bernard Shaw: “La libertad supone responsabilidad. Por eso la mayor parte de los hombres la temen tanto.” Y otra, de otro gran escritor y pensador: Ernest Hemingway “Se necesitan dos años para aprender a hablar, y sesenta para aprender a callar”.

Y hechas las presentaciones, vamos al meollo del asunto…

La libertad supone responsabilidad. Si nadie nos dirige, si no se nos limita (insisto en que pongamos unas enormes comillas a todo esto que acabo de decir, por favor) hemos de ser nosotros mismos quienes nos autolimitemos y hallemos el camino más cabal. Pero desgraciadamente, por lo que he podido ir observando a mi alrededor, esto no se hace. Es más, la mayoría de la sociedad española no sólo no contempla la obligación de responsabilidad que comporta la libertad, sino que directamente se adjudica para sí esa libertad como un derecho propio, independiente a deberes, sin ni tan siquiera considerar que puedan existir.

Y esto no es algo aislado, se da en todos los sectores de edad de la población. Sin embargo, si en uno de ellos es especialmente notable y pernicioso, es en el que aún puedo considerar como propio: la juventud.

Antes de nada, no escatimaré esfuerzos en defender una de mis ideas más afianzadas: minimizar las imposiciones es positivo, en cualquier ámbito. La imposición únicamente genera impotencia, ira e incomprensión. En ningún modo puede tomarse la imposición como un mecanismo efectivo para la enseñanza, sin una vía que posibilite la toma de conciencia por parte del individuo del razonamiento y justificación de dicha imposición. Un ejemplo muy gráfico de esto sería intentar detener un río brioso con una presa cerca de su nacimiento, sin posibilitar un desvío o canalización. El río se transforma, pierde su integridad y se aumenta la presión y la tensión hasta que revienta. No tiene ningún sentido.

Sin embargo, tampoco es razonable disminuir las imposiciones sin favorecer el autodesarrollo, la responsabilidad, la comprensión de la realidad y en definitiva, todas aquellas herramientas necesarias para lograr un crecimiento personal acorde con el escenario en el que hemos de representar un papel.

El origen de este desequilibrio para mí, es muy obvio: una preocupación por la educación de los jóvenes muy deficiente y desganada. Exceptuando a las afortunadamente existentes excepciones, la mayoría de padres y “adultos” parecen preocuparse cada vez más por su propio bienestar y disfrute de sus privilegios y ocio que de inculcar en las siguientes generaciones unos mínimos necesarios. Y el resultado de ello, obvio también: una juventud (salvo excepciones) intransigente, despreocupada, irresponsable, descontrolada e infantil, pero eso sí, más “libre”.

¿Que qué tiene que ver esto con el blog Hijos de Gaia? Pues lo tiene que ver todo, absolutamente todo. Desde esta pequeña ventanita, nuestro principal afán y el motivo de ser del blog es ayudar a cambiar el mundo. Y los jóvenes somos el futuro y en nosotros debería estar el verdadero poder. La triste realidad es que no lo está ni lo va a estar porque visto lo visto, no parece interesarle a nadie que el mundo cambie, ni el verdadero progreso (que no es ni de lejos la mejora de la tecnología ni la generalización de su acceso, como decía Henry Ford; ni la mejora de las técnicas sanitarias que permitan salvarnos del cáncer). En cambio sí parece ser interesante y favorecido el crear un rebaño de borregos incapaces y prepotentes, en lugar de una competente manada de lobos inteligentes, responsables y coordinados.

(De nuevo quiero salvar a las excepciones de unas afirmaciones tan categóricas y por supuesto, defender la integridad tanto de las personas que no entran dentro de mis descripciones personales como la integridad de los pobres borregos, que no merecen tal comparación).

Me da un miedo terrible comprobar hasta qué niveles llega semejante cultura a la libertad sin responsabilidad y aunque sin duda todos nosotros seremos capaces de hallar ejemplos (empezando por nosotros mismos, si somos capaces de vencer la fobia a la autocrítica), yo quisiera dar un ejemplo que me duele especialmente.

Situémonos pues en mi ambiente actual: 4º de carrera (Licenciatura de Biología). Y más concretamente, en la clase de Conservación y Restauración de Espacios Protegidos.

Tenemos libertad para preguntar al profesor en cualquier momento, comentar lo que creamos que está relacionado con lo que se nos imparte, dar nuestra opinión, debatir… nadie nos limita (ya que la participación suele considerarse positiva en muchas asignaturas). Hasta aquí todo bien, es estupendo el enfoque. Clases de pocos alumnos ya encaminados por ramas e intereses… Sería lógico pensar, que alumnos de más de veinte años, interesados en la asignatura, con la gran suerte de contar con un gran profesional en investigación y gestión de un Parque Natural, aprovechasen al máximo la oportunidad que se les brinda y tratasen de explotarla todo lo posible. O al menos que comprendieran que tienen suerte y que deberían saber valorarlo esforzándose. O quizá simplemente que cayeran en la cuenta de que es mejor cerrar la boca y parecer estúpido que abrirla y disipar toda duda.

Pero no, observo con incredulidad como mis compañeros intervienen en clase para soltar lo primero que se les pasa por la cabeza, sin pensar en si es relevante o no, peor aún… dando por hecho que lo es sin planteárselo siquiera, como una propiedad intrínseca de su ser. Veo como se creen poseedores del privilegio de opinar, interrumpir y soltar juicios de valor sobre estudios y/o modelos de gestión que no se han molestado en comprender ni investigar. Llegan, ponen su opinión por delante de cualquier cosa y esperan a que sea el profesor o cualquier otro el que se los discuta e intente enfocar. Y se creen “idealistas y revolucionarios” por mantener y defender sus ideas de oposición a todo lo que les parece incorrecto, sin ni tan siquiera haberse preocupado por documentar sus opiniones.

Asisto muy a menudo, con vergüenza ajena, a un acto que me indigna sobremanera: gente que se pasa el día jugando a las cartas o en la cantina, soltando voces diciendo estupideces, sin un mínimo rato de seriedad en su vida ni verdadera vocación de aprender sino simplemente afición a pasar el rato y ver si les cae en suerte un trabajo más agradable que el de reponedor de supermercado sin haber sudado ni una gota por ello. Gente con aspiraciones pero sin voluntad, motivación, esfuerzo ni interés. Gente que se cree con derecho a cuestionar el trabajo de otros que sí se han esforzado y esfuerzan cada día, por llegar a donde están. Y no, no me refiero a mí (que, eh, podría, jeje) sino a profesores, becarios e investigadores que trabajan en disciplinas que ellos menosprecian e infravaloran con tranquilidad. Personas que publican estudios y trabajos (con lo complicado que es eso y lo que requiere…) estudios que concluyen ideas que cuestionan mis compañeros, sin ni tan siquiera haberlos leído ni haberse interesado un mínimo.

No, lo siento. No quiero ser intransigente, pero no concibo que alumnos en cuarto de carrera no respeten ni a su profesor ni a sus compañeros. No concibo que no comprendan que está siendo irrespetuosos y que encima pretendas imponer su ignorancia con toda la prepotencia de que son capaces. No comprendo que no valoren a las personas que, además de hacer tremendos esfuerzos por lo que están estudiando y desarrollando o en lo que están trabajando, hacen el soberano esfuerzo de intentar transmitirles sus conocimientos y motivarles.

Estoy demasiado acostumbrada a ver profesores universitarios que pasan de dar clase y transmitir sus conocimientos, que ponen trabas a los estudiantes más que apoyarlos y ayudarles, como para no valorar a los que sí se interesan en formar a los que vienen detrás y se vuelcan un mínimo, como para no valorarlo. ¿Qué les pasa a mis compañeros?

Estoy demasiado admirada y asombrada de los grandes profesionales, (en cuanto a valía académica y como personas) que puedo encontrar en mis clases, seminarios, jornadas y cursos y que han llegado lejos y hacen algo importante por el mundo, como para no desear con desesperación hacer lo posible por llegarles, al menos, a las suelas de los zapatos mediante mi propio esfuerzo e interés, a pesar de mis limitaciones. ¿Qué narices piensan mis compañeros, no tienen ningún afán de mejorar?

Estamos en una época envidiable en cuanto a acceso a la información. Estamos desbordados, de hecho, de tanto como está a nuestro alcance. Y sin embargo, no noto apenas ningún interés en aprovecharlo. ¿Cómo pueden infravalorarlo de ese modo?

Yo, tanto académica como habitualmente, no puedo hacer más de lo que hago sin enfermar, porque la vida del estudiante que verdaderamente valora lo que estudia y tiene metas más allá del “pos algo habrá que hacer…”, es muy dura y quema mucho. Más si no eres un lumbreras, y no lo soy, ni de lejos.

Y no puedo entender cómo mis compañeros se ríen de todo con esa autosuficiencia y pretendida superioridad. No puedo entender cómo explotan sus privilegios, derrochan dinero y desprecian todo cuanto habrían de haber aprendido ya a valorar.

Es muy triste y espero que consigamos revertir esta situación de algún modo y no siga yendo a más, porque… es vergonzoso.

Quisiera acabar este post tan crítico con algo positivo y esperanzador de modo que, desde aquí, me gustaría alentar a todas aquellas excepciones existentes a lo descrito a esforzarse no sólo por ser mejores ellos mismos, sino también a ser ejemplo y orientación para los tantos otros que bien necesitan ese otro punto de vista en su vida, para, al menos, ver la entrada de la cloaca y saber que existe.

Siempre lo digo, somos una cadena: eslabones lobo, no deis por perdidos a los otros eslabones, mostradles que existen más caminos.

2 Comments:

Blogger El Jose said...

Cuentan que un hombre de gran erudición, fue a visitar a un anciano que estaba considerado como un sabio maestro zen. Viajó miles de kilómetros y espero varios días para poder mantener una entrevista personal con él.

Cuando llegó a su presencia, mientras un sirviente colocaba tazas de té delante de ellos, no pudo evitar el dejar constancia de su condición de erudito, y empezó a hablar de sus éxitos, mencionó todos los títulos académicos que poseía, todos los libros que había leído y expresó sus opiniones sobre las diferentes vías espirituales que había estudiado. El maestro permaneció en silencio mientras el hombre hablaba sin cesar de sus conocimientos, explicándole que quería ser su discípulo y aprender de él.

En un momento de la visita, el sabio lo invitó a tomar una taza de té. El erudito aceptó, aprovechando para hacer un breve discurso sobre los beneficios del té, sus distintas clases, métodos de cultivo y producción. Cuando la humeante tetera llegó a la mesa, el sabio empezó a servir el té sobre la taza de su invitado. Al poco, la taza comenzó a rebosar, pero el sabio continuaba vertiendo té impasiblemente, derramando el líquido sobre el suelo.

-¡Está echando té por todas partes! -dijo el hombre, sorprendido. ¿No ve que la taza ya está llena?

-Ilustro esta situación -contestó el sabio-. Y trato de enseñarte la primera lección. Eres como esta taza. Estás tan lleno de datos, creencias y opiniones que ya no te cabe nada más.

Entonces el maestro zen limpió el líquido derramado. Luego volvió a servir un poco de te en una taza vacía y le pidió al erudito que se la tomase. Saboréala, -le dijo el sabio- disfruta del momento presente, permite que tu cuerpo se beneficie de esta bebida, aprende de esta experiencia, y luego, cuando hayas acabado de beber, si quieres, podrás tomar más té. "

10/3/08 08:39  
Blogger Sinkim said...

Desgraciadamente hoy en día prima la ley del mínimo esfuerzo llevada al límite, la gente ya no hace únicamente lo mínimo necesario sino lo menos posible intentando que no se note que no han hecho nada.

Además esta generación es la primera que domina a los padres lo que ha provocado una disminución impresionante de la educación y el respesto hacia los mayores, la juventud se está acostumbrado a que nadie les lleve nunca la contraria y que encima les den siempre la razón.

Todo eso sin olvidar que está generación es la de los universitarios por decreto de los padres, lo que ellos nunca tuvieron lo quieren para sus hijos, haciendo que mucho jovenes que hubieran sido más felices haciendo una FP o un módulo acaben en la universidad haciendo una carrera que en realidad no les interesa.

Y además recuerda lo que dijo Quevedo, "Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen".

Y por supuesto la frase del gran Einsten "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro."

11/3/08 00:11  

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