Por una hoja tuya, un verso
Padre, abuelo y hermano,
amigo que en el camino
franqueas mis pasos
y me observas sonriente
con el amor del viejo que,
atento a los juegos de su nieto
y embelesado con su inocencia,
está siempre dispuesto a acogerle
y calmar con un abrazo su llanto.
Inmenso y gallardo,
con el orgullo de quien se sabe eterno,
con la paciencia que le dan los años…
Tus ramas me cuentan en susurros
secretos y recuerdos ya olvidados.
Padre protector,
que me cobijas bajo la lluvia
y eres todo el abrigo que necesito,
cuando, desnuda mi alma
me recuesto apoyando mi espalda en ti
y lloro reconfortada por tu presencia y fortaleza.
Hermano,
¿por qué no te quejas?
Es tan cruel la condena
que te encadena al silencio…
Tan injusto que sólo yo te oiga llorar de tristeza
y nadie sepa de tus lágrimas de sangre
y de tu profunda soledad,
atado a una tierra extraña,
lejos del hogar al que perteneces
y esclavo de pequeños ingratos
que olvidaron el respeto que mereces…
Roza los cielos,
hermano,
abraza las estrellas cada noche
y aléjate del dolor que te han impuesto.
Deja que sean las nubes y el viento
quienes te consuelen con sus caricias.
Sube a lo más alto, hermano,
y jamás mires abajo.

amigo que en el camino
franqueas mis pasos
y me observas sonriente
con el amor del viejo que,
atento a los juegos de su nieto
y embelesado con su inocencia,
está siempre dispuesto a acogerle
y calmar con un abrazo su llanto.
Inmenso y gallardo,
con el orgullo de quien se sabe eterno,
con la paciencia que le dan los años…
Tus ramas me cuentan en susurros
secretos y recuerdos ya olvidados.
Padre protector,
que me cobijas bajo la lluvia
y eres todo el abrigo que necesito,
cuando, desnuda mi alma
me recuesto apoyando mi espalda en ti
y lloro reconfortada por tu presencia y fortaleza.
Hermano,
¿por qué no te quejas?
Es tan cruel la condena
que te encadena al silencio…
Tan injusto que sólo yo te oiga llorar de tristeza
y nadie sepa de tus lágrimas de sangre
y de tu profunda soledad,
atado a una tierra extraña,
lejos del hogar al que perteneces
y esclavo de pequeños ingratos
que olvidaron el respeto que mereces…
Roza los cielos,
hermano,
abraza las estrellas cada noche
y aléjate del dolor que te han impuesto.
Deja que sean las nubes y el viento
quienes te consuelen con sus caricias.
Sube a lo más alto, hermano,
y jamás mires abajo.

[La foto fue tomada en la Universidad de Alicante y la poesía salió casi tras tomarla]
2 Comments:
Wo, qué bonita... Y qué triste...
Una poesia preciosa :-)
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