Esta tierra es mi tierra

Ya va la segunda tala de pinares en Ávila para construir más viviendas y campos de golf, y a mí me quema la sangre (porque además, según tengo entendido, ese señor que tan bien lo ha planificado es el mismo que ha diseñado el plan para el campo de golf con 75.000 viviendas que pretenden plantarnos en Elda, un terreno semidesértico con reservas de agua para menos de dos décadas sin contar con burradas como ésa). Los responsables dicen que “no es nada nuevo, que ese terreno ya estaba calificado como urbano” antes de planificar la obra, y que por tanto no hay nada que reprochar.

Muy bien. Y ahora digo yo: ¿y porque nosotros, con nuestra particular visión del mundo, consideremos que ese pedazo de bosque es “urbano”, lo es? Como siempre, ¿con qué derecho calificamos y manejamos una tierra que, en realidad, es de todos? Parcelamos el planeta y nos lo vendemos unos a otros para hacer lo que nos viene en gana con él, lo que desgraciadamente significa transformarlo en algo completamente distinto a lo que por naturaleza debería ser, lo propio y lo adecuado. No nos importa lo que haya o deje de haber en ella. Al menos, no a los que deciden. No al empresario al que sólo le interesa ganar más dinero. No a los políticos y demás responsables de la gestión del territorio que permiten tales despropósitos con el mismo afán de llenar el bolsillo, mientras se las dan de mártires en pro del pueblo y del medio ambiente ante el mundo.

Parece que no somos tan diferentes de los colonos que, siglos atrás, negociaban con las tierras que los indios de América utilizaban con el amor y el respeto que tiene aquel que sabe que está en sus manos lo que le da la vida. El sabio ser llegado de Occidente olvidó eso muy pronto, y arrasó y sigue arrasando la naturaleza, negando así su relación con ella, sus orígenes y a sí mismo sin percatarse de ello. En su ignorancia, llama a los demás ignorantes porque tal vez prefieren usar una pequeña hacha a una sierra mecánica. Porque tal vez prefieren tener que pasar un poco de frío por las noches a respirar el aire viciado y sucio de una ciudad con electricidad y calefacción. Porque piensan que esta tierra que pisamos es un regalo que vale la pena conservar, pues no somos nada sin ella.

Ignorantes. Todos son unos ignorantes. No hay nada que la tecnología no pueda superar, ¿verdad? Ningún problema que el superior intelecto humano no pueda solucionar.

Qué lástima... Tan inteligentes, tan avanzados, y tan inútiles para resolver el verdadero problema por no saberlo ver.

Pero bueno, ¿qué más da lo que nos llevemos por delante mientras podamos seguir disfrutando de nuestra casa, que es nuestra celda, y de un buen entretenimiento, que es la venda en nuestros ojos?

Creced y multiplicaos, hijos del dios Orgullo.

Como un cáncer.


PD: Perdonad estas disertaciones filosóficas. Ver las noticias me pone en un terrible estado de impotencia.