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viernes, septiembre 16, 2005

Injusticias y crueldades varias

Hay un post mío de hace muy poco titulado “El paseo” que cuenta uno de esos paseitos míos por terrenos desconocidos para la gente de a pie. En dicho post, cuento la ida, pero no digo nada de la vuelta y no es por puro lirismo narrativo, es porque la vuelta tiene su miga.

Al volver de mi paseo, fui por una ruta muy conocida para mí, que discurre entre bancales de níspereros. Me encontré con un panorama cuanto menos sorprendente: los cientos de árboles habían muerto, no por un incendio, sino de hambre (estaban secos y semiarrancados) y en el suelo colindante, cubierto únicamente de malas hierbas secas encontré un ridículo y destartalado corral atestado de carneros y dos caballos atados.

Al acercarme al lugar, me impactó ver la gran cantidad de animales que estaban encerrados en semejante “corral”, a penas podían moverse. Descubrí un perro, el vigilante de este singular fuerte. El pobre estaba atado a una pastera (el cacharro donde se mezcla el cemento) con una cuerda cortísima, sucísimo su enredado pelambre y delgado como un suspiro. No tenía sitio para hacer sus necesidades así que lo hacía donde podía, cuando ya no podía aguantarse más. Sin embargo, pese a su estado, conmigo se mostró muy amigable y movía el rabo, aunque de un modo lastimero, como la mirada con la que me obsequiaban sus tristes y enormes ojos amarillentos.

Me fui de allí triste, muy triste (perseguida por una señora con cara de pocos amigos que vendría probablemente a echarme la bronca por estar allí). Como no llevaba cámara, me prometí volver en cuanto pudiera disponer de ella para denunciar esta terrible injusticia. Hoy he vuelto al lugar, únicamente para hacer fotos y he descubierto que todo lo que había sigue igual excepto una cosa, ahora hay una vaquilla atada con una cuerda insuficientemente larga, sin agua y a pleno sol todo el día. Genial.

Después de saludar al amistoso y degradado perro y hacer las fotos a “las instalaciones” de las ovejas, me encaminé hacia la vaquilla. Me acerqué un poco con bastante miedo, al fin y al cabo, es un bicho enorme, negro y con cuernos. El caso es que cuando yo me paré, dejando una distancia de seguridad y empecé a hacerle fotos, el bichín cornudo se me acercó un poco. Como siempre que me enfrento con un animal que puede asustarse de mí, empecé a hablarle mientras me movía despacito para que no desconfiara. El caso es que ella, curiosa y confiada por mi modo de actuar, se me acercó para que la acariciara. Un cielo de animal, todo el rato pegando su cabezota contra la mía y poniendo la misma cara que mi perro cuando le rasco bajo la oreja. No es que la vaquilla fuera confiada porque sí con todo ser humano, se la notaba curiosa (por su juventud) pero en sus ojos se leía el miedo y la precaución de todo animal que sabe que un ser humano es algo muy peligroso. Leí algo más en sus ojos mientras la acariciaba: tristeza, la misma tristeza que leí en las del perro.

Animales atados, confinados en el más reducido de los espacios, a pleno sol, privados de la compañía de los suyos. Soledad, tristeza y malos tratos.

¿Por qué? Para satisfacción de los dueños, que pasan por ahí una vez cada tanto. Egoístas que tienen un pedazo de terreno y no saben cómo esquilmarlo, primero prueban con los níspereros, pero no son capaces de mantener el cultivo, lo dejan secar y morir y ahora lo intentan con animales. Montan su triste y ridícula “granja”, que no es más que un insulto a las verdaderas, en las que los animales están bien atendidos, tienen donde cobijarse, buena salud y espacio suficiente por el que andar, y pretenden probar suerte con ello, hasta que se cansen y los dejen morir, como hicieron con el cultivo.

Así se hacen las cosas en Alfaz del pí, aquellos que tienen terreno y no pueden edificar, se dedican a estos menesteres sin que a nadie le importe la suerte del terreno que le robaron a Gaia ni de los animales que allí padecen. Luego a sus amigos les dicen: “sí yo tengo un cortijito, una casa con un terreno, con vacas, caballos, cabras, ovejas... “, pero no los llevarán allí de visita, porque para ver miserias en las peores condiciones ya tenemos la tele ¿no?
Y yo me pregunto: ¿Regulación legal de posesión de animales de granja?¿Sanidad? ¿Derechos de los animales? ¿A quién le importa?. Desde luego, parece que aquí a nadie excepto a mí. Espero que con esta protesta y las fotos, le importe a alguien más, porque es injusto de narices y no podemos tener los ojos cerrados ante estas cosas. Al fin y al cabo, si os ponéis a buscar, las encontraréis más cerca de lo que pensáis. Y se den donde se den, a todos nos atañen.

El "corral"

Amontonamientos varios



La vaquilla



El perro



Los caballos

La Madre Tierra sufre en silencio. ¿Te atreves a ser su voz?
Hijos de Gaia
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